viernes, 30 de agosto de 2013

OCTAVIO DAZA DAZA


La suerte de Octavio de Jesús Daza Daza está enmarcada en la visión de un caminante que se hace, no en la noche de su nacimiento sino en el sitio donde empieza a balbucear sus primeros alegatos de la vida. Cuentan los que saben más sobre él, que nació en San Juan del Cesar, en la Guajira, pero que no habían terminado su madre de curar su ombligo, cuando su padre “Chame” decidió con mujer e hijo abordo, encaminarse a su amado Patillal.

 Allí, infante y luego adolescente, cayó rendido por la prosa que dejó regada el mismo caminante que influenció su manera de componer, a lo que estuvo tentado siempre. Toda la vida quiso ser, lo que luego fue con lujos de detalles: compositor. Ese viejo anhelo lo cristalizó con unas pocas obras que lo llevaron a la cúspide y lo hicieron inmortal. Octavio supo capotear en más de una ocasión, la irreverencia del artista de moda del momento o la poca fe que generaban sus nacientes versos. Pese a todo ello, él estaba ahí poniéndole el pecho al frío de la nevada. Iba de un festival a otro o se metía en la parranda, en donde los consagrados de la composición jugaban de local. No importaba pasar desapercibido, lo importante era meterse en ese mundo al que estaba destinado a figurar como uno de los grandes. El tiempo pasó como siempre, sin hacer ruido y le dio la madurez como persona, pero ante todo como creador. Mientras hacia su carrera profesional en la fría capital fue moldeando sus versos y en procura de ser distinto a los de su generación y ante todo, parecerse a él. Eso lo logró en solo un año. Corría los finales de la década del 70 y el muchacho que esperó tanto, de armó de valor, una guitarra, unos versos y unos amigos intérpretes que le secundaran sus sueños. Es 1977, el inicio de lo que sería su encumbrada carrera. Diomedes Díaz y Elberto López adoptan como de ellos, unos versos y unas melodías que hacen de ese canto “siento tu amor frente a mí como el estudiante que en su desespero…”, un llamado de atención de lo que sería su corto pero fructífero paso por la tierra.




Ahí arranca su periplo musical con una crónica amorosa, llena de sentido de pertenencia por los elementos más cercanos a su vida. La canción empezó a hacer su recorrido sin tener que recurrir a mecanismos oscuros, de pagar para ser escuchado o de perder su identidad. Eso lo logró la canción en si, que se abría espacio y ponía en boca de todos, a un nuevo creador, que ya había saboreado el agradable dulce de sentirse grabado, más no, el de empezar a recorrer los caminos del triunfo. Octavio de Jesús, era un hombre callado y temperamental, pero meticuloso. Todo en él, estaba fríamente proyectado. Por eso fue que entendió de una, que alterno a la canción grabada debía llevar sus canciones inéditas, a los pueblos donde se hacían festivales. Por eso no era raro escuchar las noticias radiales: en el festival del pueblo tal, hay un muchacho que impacta con su canción en el concurso de la inédita. No hubo pueblo de la región Caribe, que no sintiera el influjo de sus creaciones. Su guitarra como compañera, junto a su inspiración y Armando Moscote, ya fallecido como él, especie de escudero musical y una de las voces recordadas por su timbre especial, se hicieron recurrentes y figuras de primer llamado, en cada uno de esos eventos, que son la reserva que muestra lo naciente en todos sus ordenes. Así se hizo Octavio de Jesús Daza Daza, al ganar con excepción del Festival Nacional de Compositores de San Juan del Cesar, La Guajira, todos los Festivales que con música vallenata se hacen en Colombia: Valledupar con su obra cumbre “Río Badillo”, San Andres Islas, “Sanandresana”, Festival de Arjona “Linda Sabanera” y en el Festival Nacional de la Canción que se hacia en Villavicencio-Meta, donde concursó con el paseo “La tierra tiene sed”, lo estuvo a punto de lograr pero por una mala interpretación de quien la defendió, no pudo alzarse con ese premio.

Octavio de Jesús Daza Daza vivió un momento especial dentro de la música vallenata, que fue truncado por las manos cobardes de alguien, que nunca entendió que los artistas nuestros no manchan el pentagrama con un mal accionar.

Un día cualquier nació el reconocido creador. Un día cualquiera se marchó, pero nos dejó una obra de grata recordación que siga prendida, en el sentir de la gente que sigue al vallenato en toda su dimensión. Octavio de Jesús Daza Daza, hace parte de los creadores escogidos por la naturaleza musical de nuestra gran provincia, que sabe como poner todo en su sitio, sin que sea producto de los top exitosos, aunque vivió y bebió de ese manantial, su obra hace parte del lirismo citadino que bien puede vivir en su mayor dimensión un campesino, que no conoce los nuevos pueblos y sus luces de modernidad o postmodernidad, a través de la radio o la televisión.

Octavio de Jesús Daza Daza cayó vencido por la entrega de que fue objeto, por alguien que lo negoció como se hace con cualquier objeto, pero lo que no pudo cercenar ese mercader fue con la obra, que en solo tres años pudo construir el compositor lleno de naturaleza y rebeldía para bien de la Música Vallenata. En ese bullicio de los pueblos, en donde las cantinas sirven de alcahuete a tantos sueños perdidos y otros por lograr, las voces de nuestros cantores que lograron interpretar sus anhelos, desgranan de manera certera los versos y melodías que un hermano nuestro, abatido por la intolerancia, compuso con el solo propósito de contribuir a que El Vallenato, recorra caminos triunfadores.



tomado de :http://vallenatoysuspersonajes.blogspot.com/ 






No hay comentarios:

Publicar un comentario